
Llegábamos puntuales.
Con una cierta timidez
y ternura en los ojos y en las manos.
En el bolso
un libro era el pretexto.
Hablábamos de todo o de nada
y había pájaros azules
en aquel rincón
del Jardín Botánico.
Volvíamos sin prisa
y casi sin mirarnos,
como si no importara
la pena que nos daba separarnos.
Luego fueron los bares,
la última película,
aquellos recitales de Atahualpa.
El muelle,
la luna a la intemperie.
Un pescador que extiende
sus redes en el río...
Las calles solitarias,
la luz de las farolas,
tu mano anudando mi cintura.
Aquel tiempo,
- siempreeraprimavera-
Vivíamos envueltos en metáforas.