
Redondo y pálido
el beso de la tarde.
Un sol adelgazado,
prende la cresta
de los abedules
y pasea sus manos
por mis labios,
como tu beso entonces,
tan suave y detenido.
Un libro abierto
descansa su pereza
sobre el césped brillante.
Anémonas
seduciendo a la brisa.
Y las horas que pasan
lentísimas,
así, tan de puntillas.
En el bazar del cielo
liquidación de nubes.
Una valla de troncos
donde se duerme un gato...
Y a lo lejos,
la llamada insistente,
posesiva y erótica del mar.