sábado, 13 de marzo de 2010

EL RELATO DEL MES




NÚMERO 12 4º A


Veo pasar la vida, desde el último piso de un viejo edificio de cuatro plantas. Está ubicado en un barrio modesto de una ciudad-pueblo. Y no tiene ascensor.
Muy temprano, la escalera se llena de bullicio. Es la hora en que la mayoría de los habitantes del bloque salimos de casa: al trabajo, a las compras, a la universidad, a la escuela... Entonces, los saludos, los gritos, las risas, traspasan las finas paredes de las viviendas. Comienza la vida y hasta los más remolones, se lanzan a ella.

Frente a mi puerta, vive un marinero. Tres meses en el mar y tres meses de continua borrachera. Como si no pudiera soportar la estabilidad de la tierra firme que pisa. Como si no pudiera soportar a su mujer, mal-encarada, mal-educada, mal-dita, dice él, que cada día le monta la bronca, no importa porqué...

A mi izquierda vive una anciana terca y protestona. Pasa una buena parte de su vida, subiendo y bajando la escalera, aferrada con igual empeño, al pasamanos y a un bastón.
El joven matrimonio del primero A, se ha ofrecido a cambiarle su piso, pero ella, desconfíada por naturaleza, no quiere aceptar. La vida le ha enseñado a no creer en ofertas desinteresadas... Y sospecha. Sospecha de todo y de todos. Hasta del simpático adolescente del primero B que cariñosamente y con insistencia, a veces se ofrece a servirle de ayuda, en su penosa peregrinación por la escalera.

Los tres pisos de la planta tercera, los comparten jóvenes estudiantes. Gente maja, despreocupada y alegre, que me traen nostalgia de mi época de universidad.

En el segundo A, viven los Aguirre. Él es profesor de un centro público. Rezuma afectada dignidad, desde la copa del sombrero, hasta la punta de los zapatos. Ella, cursi y anticuada, suele mirar - dicen - por encima del hombro a los vecinos. Tienen dos niñas gemelas que llevan todos los días, convenientemente uniformadas, a un afamado colegio de monjas.

Hilario - noventa y más años - , vive en el segundo B. Es un viejecito ágil, solitario y triste. Yo creo que se aferra a la vida, solamente para que a Julio - su único hijo, muerto en accidente, hace ya muchos años - , no le falten las dos rosas blancas que día a día, coloca con ternura junto a su retrato...

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Al atardecer, la escalera vuelve a poblarse de gritos y de revuelo. Es la hora en que los dueños de los perros aprovechan, para sacarlos a pasear. La hora en que los jóvenes, salen a divertirse y los niños vuelven de jugar del parque. La hora en que las parejas, esquivan la luz de las farolas, cuando la noche, presumida y buscona, se pone de traje largo negro, con cinturón de estrellas...


Veo pasar la vida, desde el cuarto piso de un viejo edificio sin ascensor. Apoyado en el balcón, me gusta filosofar. Observar el río de asfalto, que divide en dos la avenida... Y jugar a adivinar la hora en que cada morador del edificio, regresa a casa: El marinero zizzagueando su borrachera, casi arrastrado por su mujer, entre insultos. La pareja del primero - amarraditos los dos - que tropieza con el profesor - despojado ahora de su dignidad - que en pantuflas y un tanto avergonzado, arrastra hasta la esquina, dos bolsas de basura...

Veo pasar el tiempo... Y los días se van sucediendo, uno a uno, fuertemente cogidos de la mano, todos iguales, todos con prisa, para convertirse en semanas, en meses, en años... En trozos de la vida.

16 comentarios:

  1. Me gusta tu lenguaje sencillo y poético. La naturalidad en la narración de escenas cotidianas... Y siempre la frescura y elegancia.

    Un hermoso relato. Gracias.

    Luis

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  2. Me pasa cómo a Luis, me sumerjo en tis letras y me transporto a sus imágenes, a sus sonidos, todo es tan vívido, tan naturalmente narrado que cuando termino de leerte quisiera que continuase.
    Tienes ángel amiga mía, y lo traspasas a tu pluma.
    Un abrazo
    Cecy

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  3. Trozos de la vida… Trozos de saberla ver y contar.
    Bss.

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  4. La calidez de tus letras me ha hecho sentir parte de esa comunidad, tanto que escuché sus pasos subiendo y bajando la escalera y hasta mí llegó el olor de sus guisos y el ladrido vehemente de un perro asustado por el sonido del timbre.

    Me gusta la calma y la afinidad que despiertan en mí tus escritos, Soco.

    Un abrazo.

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  5. hola mi preciosa amiga , me encanta la sencillez con la que escribes, todo resulta tan suave, un besito preciosa

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  6. Siempre el poeta escrudiñando la vida, olvidándose casi de la propia para ser el cronista mágico de lo cotidiano haciéndolo bello.
    Besos

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  7. Me pasa como a Luisa, me meto en el relato y formo parte de el. Me encanta como cada personaje, queda definido en pocas palabras y parece que lo conoces de siempre.
    Y siempre con ese toque tan poético. Besos. SU

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  8. Estupendo relato. La vida misma concentrada en un bloque de pisos y genialmente fotografiada por tu maravillosa pluma. Me ha gustado mucho.

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  9. "Cuando la noche, presumida y buscona se pone de traje largo negro, con cinturón de estrellas"
    Qué imagen más hermosa...
    Muy fuerte mi abrazo. Inma

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  10. Prosa o verso, cuando escribes lo haces de una forma, que puedo imaginarme viviendo esa experiencia sin el menor esfuerzo...es mas,creo reconocerme en alguno...

    mis abrazos

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  11. Una bonita estampa costumbrista llena de naturalidad.
    Retazos de vidas, creibles y sinceros expresados en un lenguaje delicado y poético.

    Un placer disfrutar su lectura.

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  12. Situaciones corrientes, hechos cotidianos, la vida que se desliza paso a paso, entre gente normal, narrada con naturalidad y delicadeza. Me ha encantado.

    Un gusto leerte, Soco.

    Abrazo

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  13. Me ha gustado en especial la descripción de los personajes, tan bien retratados en pocas palabras: la viejecita terca, los Aguirre, el viejecito de las rosas...
    Un relato sin desperdicio.

    Como siempre enhorabuena. Osvaldo

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  14. Para todos, un montón de gracias por pasar y dejar vuestras opiniones y vuestro afecto.

    y abrazos. Soco

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  15. No había podido pasar. Me parece un relato muy real y muy bien narrado. Bueno,lo normal en ti.

    Besos. M

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