lunes, 23 de febrero de 2009

PALABRA DE POETA : ALEJANDRA PIZARNIK



Envuelta en una trágica leyenda, su poesía, entre romántica y surrealista, fue la propuesta rupturista de mayor influencia, en la poesía contemporánea hispánica, escrita por mujeres.

Como para Octavio Paz y otros surrealistas, la poesía era para ella un destino en el que realizarse. Una tentación de traspasar los límites, tanteando el milagro...
Busca el misterio que anida en lo cotidiano " Tengo mucho miedo y sin embargo, estoy maravillada, fascinada por lo extraño y lo enextricable de todo lo que soy, de todas las que soy y las que me hacen y me deshacen".

Amiga de Cortazar, exploró con él ese otro lado de la realidad, en el que se instala lo fantástico.

Sus temas obsesivos son la oscuridad, la noche, la melancolía, el suicidio, la muerte...
Tendencias obsesivas que se agudizan hacia el final de su vida, en la que la sombra de la locura desquició sus últimos años.
Se suicidó en 1972. Tenía 36 años.

Su obra :

* La tierra más ajena 1955
* La última inocencia 1956
* Las aventuras perdidas 1958
* El árbol de Diana 1962
* Los trabajos y las noches 1965
* Extracción de la piedra de la locura 1968
* El infierno musical 1971

En los tres primeros libros, su poesía oscila entre el romanticismo y el surrealismo. Lenguaje dddirecto y descriptivo, sin puntuación. Sus temas, la salvación por la palabra, la pasión por la noche, el horror por la civilización...
Se va intensificando el tema de la muerte, del suicidio. El tema del doble, del subconsciente...

En El árbol de Diana escribe poemas cortos de verso libre, llenos de contrastes y sugerencias.
A veces increibles.
Con prólogo de Octavio Paz, este libro supuso el reconocimiento de la crítica.

En Extracción de la piedra de la locura, destaca la obsesión del fracaso, la desesperación, el rechazo. La incapacidad para seguir el transcurrir de la vida. El tono desesperado y trágico, la sensación del "trop tard"....
En sus versos hablan las sombras, el dolor, el vértigo, el terror del silencio...
La cercanía, en fin, de la tragedia.

POEMAS DE A. PIZARNIK


FORMAS

No sé si pájaro o jaula
mano asesina
o joven muerta entre cirios
o amazona jadeando en la gran garganta oscura
o silenciosa

pero tal vez oral como una fuente
tal vez juglar
o princesa en la torre más alta

SOMBRAS DE LOS DÍAS A VENIR

Mañana
me vestirán con cenizas al alba
me llenarán la boca de flores.

Aprenderé a dormir
en la memoria de un muro,
en la respiración
de un animal que sueña

LA JAULA

Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.

Yo no sé del sol.
Yo no sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.

Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche
y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer mis sueños enfermos.

Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.


martes, 3 de febrero de 2009

PALABRA DE POETA - ALFONSINA STORNI


La suya fue una crónica de una muerte anunciada.
Desde que supo que tenía cáncer, escribe poemas que hablan del abrazo del mar, y de la casa que la espera, allá en el fondo, entre las madréporas. Una y mil veces, avisa en sus versos el deseo de morir...
.
El 25 de octubre de 1938, se interna en el mar, en una playa de Mar de Plata, y con su muerte da vida a uno de los mitos más románticos y trágicos de la poesía hispánica.
Maestra, actriz, periodista, poeta y madre soltera, asombra y fascina al Buenos Aires del siglo XX con sus versos y con el desafío a todos los prejuicios.
Sensual, pasional, cerebral a la vez que contradictoria, escribe con una voz femenina y potente. La realidad de sus versos, presenta a una poeta del amor, a una mujer valiente que lucha por la igualdad femenina, en el más noble sentido de la palabra.
Los intelectuales de la época la reciben con simpatía y admiración, y la incorporan a algunos de sus círculos vanguardistas de la década de 1920,
donde conquista grandes amigos como Leopoldo Lugones, Manuel Ugarte y Horacio Quiroga.
.
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DOLOR
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Quisiera esta tarde divina
de octubre
pasear por la orilla lejana
del mar;
que la arena de oro y las
aguas verdes,
y los cielos puros, me
vieran pasar...
.
Ser alta, soberbia,
perfecta, quisiera,
como una romana, para
concordar
con las grandes olas y las
rocas muertas
y las anchas playas que
ciñen el mar.
Con el paso lento, y los
ojos fríos
y la boca muda, dejarme
llevar;
ver como se rompen las
olas azules
contra los granitos y no
parpadear;
ver como las aves rapaces
se comen
los peces pequeños y no
despertar;
pensar que pudieran las
frágiles barcas
hundirse en las aguas y no
suspirar;
ver que se adelanta, la
garganta al aire,
el hombre más bello, y no
desear amar...
.
Perder la mirada,
distraídamente,
perderla y que nunca la
vuelva a encontrar...
.
Y, figura erguida, entre
cielo y playa,
sentirme el olvido perenne
del mar.