Ya sé. Ya sé que no es lo que era, pero aún así, me gustaría entrar allí. Visitar ese viejo café de los años veinte... Quedarme un rato. Me sentaría en un rincón, junto a un ventanal. Me quedaría muy quieta, con las piernas cruzadas, haciéndome la ocupada... Ordenaría mi carpeta de arriba a abajo mientras observaba y hasta me fumaría algún que otro cigarrillo.
Pedir una copa de algo suavecito y esperar a ver. Recorrer con la vista todos los rincones, los reservados, el lugar destinado a la orquesta... Escudriñar los antiguos sofás, los cuadros, los dorados cortinajes... Allí todo debe oler a viejas historias, sin duda, historias románticas. Y a mí me encanta fantasear...
Ir todos los días a pasar un rato. Estaría sentada siempre en el mismo sitio, hasta llegar a formar parte del paisaje.
Hundiría los dedos en los pliegues del sofá y con disimulo, tentaría bajo el mármol de la mesa por si alguien, mucho tiempo atrás, quiso esconder algún secreto: una nota apresurada, una cita, una carta leída a hurtadillas, un breve poema de amor... Algo que me hiciese imaginar...
Y es que me encanta unir la realidad con la fantasía. Cerrar los ojos y sentirme en otra época, en otro tiempo que imagino más auténtico; ser parte de otra gente diferente...
Y respirar aquel ambiente cargado, el humo, el wiski, el calor o el frío o la melancolía. Sentir que detrás de las risas, también habría sufrimientos, reales, pasiones reales. Frustraciones, engaños, olvidos. Vida en su estado más real.
Sé que no es lo que era. Pero me gusta fantasear... Qué le voy a hacer...
Inventar una historia para mí: " Quiero que tenga la mirada profunda. Los ojos claros, llenos de ternura. algo despistado. Quizás, un poco perdido... Vestirá de manera informal. camisa abierta, sin corbata. Será amable y sensible. Y me dirá de un vistazo, que me estaba esperando"...
Y es que la vida, la actual, no me gusta. Se pasa de la fantasía. Y voy descubriendo la falsedad, el interés, la vulgaridad, la hipocresía. Lo poco que queda de romántico y de imaginativo.
Por eso, aunque sé que no es lo que era, me gustaría visitar ese viejo café. Rescatar de la grieta de un zócalo o del pliegue de un sofá, algún mensaje perdido intencionadamente, que me haga imaginar. Soñar. Fantasear... De verdad. Me muero de ganas.