jueves, 16 de junio de 2022

Aquel viejo café.

 

 

Pues, sí.
Ya sé que ahora 
no es ni la sombra
de lo que ha sido.
Que lleva décadas
cerrado.
Pero me gustaría
entrar allí.

Me sentaría
junto al ventanal
de cortinas doradas.
Solo entrar a ver.
Recorrer con la vista 
las lámparas,
los reservados,
el lugar destinado 
a la orquesta...
 
Escudriñar
los antiquísimos sofás.
Hundir los dedos
en sus pliegues ajados
y tentar con disimulo
bajo el marmol eterno 
de las mesas,
por si alguien
-muchos años atrás-
dejó olvidado algo secreto:
una carta escrita
a hurtadillas,
un breve poema de amor,
la nota apresurada
de una cita... algo,
que me hiciera imaginar...

Y es que me gusta unir
realidad con fantasía:
Me gusta soñar.
Que le voy a hacer...

Inventar, por ejemplo,
una bonita historia para mí:

Quiero que tenga
la sonrisa presta, 
la ternura a flor de piel,
que sea un poco descuidado:
-camisa abierta. Sin corbata-
 Tal vez, algo perdido...
 
Será amable y sencillo
y me dirá, de un vistazo,
que me estaba  esperando.
 
Sí. Me gustaría
visitar ese viejísimo café.
Rescatar
de la grieta de un zócalo,
un mensaje 
perdido casualmente,
que me hiciera imaginar...

De verdad. Me muero de ganas.