
Volví otra vez
a la escena del crimen.
Sombras de impunidad,
envolviéndolo todo.
Sospechas
esparcidas por el aire.
La huella de tu rostro
en el espejo.
Y el olor
a dolor de traición
por los estantes.
Quise descubrir pruebas
de que te había amado,
buscando pistas
casi
desdibujadas por el polvo.
Y allí estaba la silueta de tiza,
dibujada en el suelo,
donde una tarde
cayó mi corazón.
Te declaré culpable.