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Aquellos días
mamá andaba triste.
Recuerdo que lloraba.
Que miraba a lo lejos
y lloraba.
Apartada
junto al viejo balcón
- ese balcón con flores
y tercas golondrinas -
releía las cartas
que llegaban de América,
siempre con el mismo final:
Te quiero. Tuyo.
Luis.
Yo era aún chiquitita.
Con la cara
pegada al cristal,
cerraba los ojos
y pedía a mi Dios
- un Diosniño que me había inventado - :
Que no llore mi madre,
por favor...
Era una plegaria muy pequeña
y mamá nunca supo que existía.