... Y entonces
la soledad tocó mi puerta
- yo la había llamado -
La invité a que ocupara
la butaca vacía,
y charlamos sin prisa
hasta el amanecer...
La conocía de antes.
De los lejanos años,
color ámbar,
cuando ella y yo
nos encerrábamos,
a fabular historias.
Y jugábamos
a esconder los sueños
en cometas,
y a pintar
con tizas de colores,
los espacios vacíos...
Ahora, somos inseparables.
Me ayuda a pensar,
a concentrarme.
Pienso,
que hasta inspira mis poemas.
Ahora, me acompaña
a pisar aceras sin jazmines
y a volar
horizontes más bajos.
Somos inseparables.
Cada día
cuando el ocaso pone rubor
a los colores de la tarde,
o la lluvia
pinta notas de ausencia
en los cristales,
asomadas al borde de la noche,
conversamos...