
Era un hombre solitario.
Sin nada.
Sin sombra. Sin risa.
Sin nadie.
Lo seguía el viento.
La luna indiscreta.
La lluvia.
El silencio.
Nadie le habló de Dios.
Ni de los cielos.
Ni de la culpa.
Ni de los sentimientos.
Por eso buscó
un Dios a su manera.
Y buscó sus amigos
en los perros sin amo.
y en niños de la calle.
Él no lo sabía,
pero amaba la vida,
los ríos, las cumbres, las fieras.
Era un hombre solitario.
Sin nada,
sin nadie.
Dicen que es la vida.
Yo digo: El amor bastaría.