
Koembiyú era liviana,
diminuta.
Su piel color cacao
y sabor sutildulce de la yuca.
Su voz tenía
el sonido andino de la quena.
Era maiz dorada,
muñequita de lana teñída.
No conocía el mar.
Me enseñó en guaraní
unas cuantas palabras:
Amiga. Río.
Árbol.
Estrella. Nube.
Pájaro...
que laten cada día en mi recuerdo.
Como tantos niños guaraniés,
estaba condenada
inexorablemente,
al destierro de estemundoroto.
Se la llevó una estrella.