
Desde mi ático, el cielo sobre Donosti es diferente...
Lo veo abrazarse con el mar, rojo-naranja a la hora del crepúsculo. Cuando el sol fugitivo pinta colores en las velas y mástiles y botavaras ensayan ideogramas entre las nubes.
A la hora que regresas y tus brazos me persiguen, aprisionándome en cualquier rincón de la casa.
Después llega la noche, arropada en una suave brisa salada. Cara al cielo, confundo gaviotas con estrellas, mientras tus manos rondan mi cuerpo. Y nuestras palabras, hechas murmullo, escapan al aire enredadas en caricias.
Bajo la oscuridad, adivino tus ojos recorriéndome y siento tu piel que me envuelve, mientras las nubes se persiguen detrás de las cortinas y el viento que se cuela, nos regala olor a sal y a caracolas.
A veces, me gusta escapar de tus brazos y quedar a solas sobre la balaustrada. y entonces, en esa calma, siento que me hablan las estrellas y casi alcanzo a tocarlas con los dedos del alma...
Muchos metros abajo, el asfalto brillante de luna. La silueta de un vagabundo que garabatea su soledad. dos enamorados que demoran eternamente su abrazo. El ronronear de una moto, que hace añicos el silencio...
También por las mañanas, el cielo desde aquí es diferente. Saetas de luz, atraviesan la bruma que se distrae en el monte, y se difuminan en el increible, insondable azul... mientras afuera, la vida camina bulliciosa disfrazada de colores, de voces multilingues, de ritmo de verano y vacaciones...
Tardes, noches, mañanas... Desde mi ático, el cielo sobre Donosti es diferente.
