jueves, 16 de diciembre de 2010

POEMAS DE DICIEMBRE


HAY MILLONES DE NIÑOS POR AHÍ (R)


" Noche de paz.
Noche de amor"...

Frente a estos versos
que inundan estos días
este mundo nuestro,

pongo estos otros versos
de un trágico poema
de los niños Yoruba:

"Llamamos a los vivos.
No responden.
Llamamos a los muertos.
Y ellos sí responden.

Frente a nuestros niños
abrigaditos
muy bien alimentados.
Repletos de ilusiones
y de sueños cumplidos,

pongo los millones de niños
que andan por ahí,
castigados por el hambre y el frío:
las bíblicas pandemias
que matan,
como erizos de púas encrespadas.

Los millones de niños
con las manos vacías,
que los sueños infantiles
se niegan a llenar.
En un mundo de adultos insensibles
que sólo saben responder
con mil cánticos gregorianos
de imposibles paraísos...

Hay millones de niños por ahí...

Que lloran desamparo
sobre el regazo de madres muertas
en guerras, que provocan
humanos desquiciados.

Niños abandonados en la calle
o en fríos campos de refugiados,
esperando el milagro
de una solución.

Quisiera que estos días,
con la varita mágica
del tan repetido espíritu navideño
podamos confiar
en que un soplo de aire puro,
nos inmunice de la indiferencia.

Y en que llegue por fin el día
con alba de proyectos cumplidos
En el que el poema
de los niños Yoruba,
pueda invertir su estrofa:

"Llamamos a los muertos: No responden.
Llamamos a los vivos. Y ellos sí responden"

viernes, 10 de diciembre de 2010

EL RELATO DEL MES


LA PAJARITA DE PAPEL


Soy un tipo duro. O casi. Al menos, intento no dejarme llevar por sentimentalismos. Sin embargo, la reacción del niño al acercar mi mano para acariciarlo, me dejó el corazón encogido, completamente arrugado. Fue un gesto instintivo, de autodefensa, el movimiento del bracito para intentar cubrir su rostro asustado... Parecía un animalito acorralado.

Lo habían abandonado la noche anterior, en los escalones de la entrada del Hospital donde trabajo.
Apenas se movía. Apenas respiraba. Solamente un leve quejido salía de su boca. Y en todo su cuerpo, había señales evidentes, de haber sufrido un brutal castigo. Tendría, tal vez , poco más de un año, el pelo casi rojizo y su ropa estaba limpia, así como la mantita que lo envolvía.

En la primera exploración descubrimos alguna costilla hundida, grandes hematomas en el pecho y en los muslos, la nariz y los labios hinchados... Pero lo que más impresionó a todos, fueron sus ojos grandes, huidizos y asustados, que miraban sin expresión a todas partes, sin detenerse en ninguna.

Curamos sus heridas y poco a podo se fue recuperando físicamente. Pero permanecía insensible a toda muestra de afecto. No aceptaba caricias, alimentos ni juguetes... No sonreía ni hablaba ¿sabría hacerlo?, nos preguntábamos angustiados. Era como un muñeco, sin alma...

Aquella tarde, la doctora Dupont, le trajo una caja de golosinas. Intentó que cogiera una en su mano: inútil. Tampoco consiguió que le sonriera o que despegara los labios.

Casi de forma inconsciente, cogí el papel amarillo brillante, que había envuelto la caja y que estaba sobre la cama. Era un cuadrado perfecto y maquinalmente comencé a plegarlo en cuadrados menores. Mientras lo hacía, noté que sus ojos seguían el movimiento de mis dedos, con una cierta atención. Ilusionado seguí doblando, hasta completar una hermosa pajarita y se la ofrecí con mi mejor sonrisa suplicante... Y entonces, por primera vez, alargó la manita para cogerla, mientras una hermosa y tímida sonrisa iluminaba sus ojos, hasta entonces inexpresivos... Fue el primer paso. La pajarita de papel amarillo, lo había conseguido.


Han pasado cinco años. Iván es ahora, un muchachito simpático y maravilloso. Y es el mayor de mis tres hijos.
Algún día tendré que explicarle, qué hace esa pajarita de brillante papel amarillo, en la primera página de su album de fotos.

martes, 7 de diciembre de 2010

MIS POEMAS : HOLA, SOLEDAD




... Y entonces,
la soledad tocó mi puerta:
- yo la había llamado -

La invité a que ocupara
la butaca vacía,
junto al libro y la pipa
abandonada.

Y charlamos sin prisa
hasta el anochecer.

La conocía de antes,
de los lejanos años color ámbar,
cuando ella y yo,
nos encerrábamos
a fabular historias.


A jugar
a esconder los sueños en cometas
y a pintar con tizas de colores
los espacios vacíos.

Luego la reemplacé por un amor
- entonces él ocupaba mi vida -

Ahora somos inseparables:
me ayuda a pensar,
a concentrarme. Y pienso
que hasta inspira
mis inevitables poemas.

Me acompaña
a pisar veredas sin jazmines
y a volar horizontes más bajos.

Y cada día,
cuando el ocaso
intensifica los colores de la tarde,
o cuando la lluvia
pinta notas de ausencia
en los cristales,

ella y yo,
la soledad y yo,
asomadas al borde de la noche,
charlamos...