
Somos afortunados:
Tenemos
el pan-light de cada día
y el pan-dulce
para las Navidades.
Una casa
de diez a diez mil metros
para disimularnos.
Una pantalla
más o menos plasma
donde mirar
las desgracias del mundo,
comiendo palomitas
y sin nada de riesgo
de contagio.
Y
una democracia
tan bonita,
que hemos comprado
en El Corte Inglés.
Los otros?...
Pobres, nos dan tanta pena...